A menudo busco melodías que reemplacen aquellas tardes incoloras frente al lago, a menudo me encuentro solo en la vastedad del tiempo.
Recuerdo a aquel niño que se quería devorar todo el universo, sus encías sangran.
Solían ser hermosos los vientos de octubre.
¿Qué pasó con los idílicos atardeceres llenos de poesía?
Bastaba con mirar la luna para poder escribir un par de poemas, ahora tengo que exprimir hasta la última gota de mi alma para poder gritar que no puedo más.
Vuelvo siempre roto a mi habitación, con el miedo de vivir sin haber vivido, y con la dulce sensación de estar muerto sin haber muerto.