El oleaje de la posmodernidad, tan desmedido como impetuoso, nos arrastra mar adentro sin siquiera preguntárnoslo. Casi de forma imperceptible nos debilita, con el fin de sumergirnos sin contemplación en sus aguas más profundas. Allí, superficialidad, inmediatez y vacío convergen armoniosamente. Además, el agua suele ser tan cálida que quizá resulte un disparate extrañar la tierra seca.
En una época donde la deshumanización es cada día más compleja, la literatura configura un estímulo para nuestra conciencia; un recordatorio de que, efectivamente, somos más que cuerpos andantes.
Al dejar de limitarse a ser un montículo inconexo de palabras, la expresión escrita se acerca progresivamente al arte y tiene la oportunidad de conformar con él una sola carne. Cuando eso ocurre, las páginas se convierten en lienzos; los signos en colores; las letras en figuras; los párrafos en sentido; la belleza en belleza; y el escritor en un artista. He ahí la relevancia de la literatura: días tan cortos, acelerados y frívolos como los que vivimos urgen de reflexión sobre la esencia espiritual que nos compone.
Un gran escritor es aquel que conmueve el alma de quien lo lee. Un gran escritor es, también, capaz de enternecer lo más recóndito de un individuo y redirigirlo hacia sí mismo. El arte —en su sentido más puro— siempre encuentra la forma de manifestarse. Así, cuando no haya cinceles, habrá flautas; y cuando no haya flautas, habrá palabras.
La literatura simboliza la contraparte de nuestro camino actual, debido a que, en la posmodernidad, conceptos como “valor” y “significado” parecen haber sido reducidos a la inexistencia. Por ello, lo que pueden ofrecer las historias, relatos, novelas o cuentos puede ser descrito sólo por nuestra identidad más desconocida.
De cualquier forma, la literatura no es por sí misma nuestro significado, ni determina por sí misma nuestro valor. Sin embargo, dentro de ella podemos encontrar el camino que nos saque del agua, devuelva a la orilla, enjuague la sal y acerque más a ellos.
Acerca del autor
Estudio periodismo en la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas (UPC). He sido columnista en el diario El Gobierno, la revista Cocktail y actualmente escribo en Societatis.