Quiero un día devolverme a ti, sin pretender causar tropiezos, sin querer buscar lo que está mejor perdido. Podrían haber cientos de efectos cómo colapsos casuales de nuestros párpados, agua salada en las manos, migas de palabras repetidas en el aire, y estará bien ser solo una pequeña parte de nosotros. Entre nuestras sombras habrá una especie de pacto para no seguirnos solo será ese momento, audaz y poco complejo. Será una perfecta sintonía desnuda que existirá en nuestros ojos, un acertijo a contratiempo en nuestra boca, un animal ruidoso a mitad de nuestro pecho. Me atreveré a tomar tu mano para evadir un poco los complejos personales, y así, entre las siete y diez de la noche me soltarás en tus laberintos desérticos donde cada camino ya está grabado en mis pies. Quizás recordarás esos puntos cardinales míos donde la mayor parte del tiempo hacías confesiones burlas con ternura y varias revoluciones armadas detrás de mi cabeza. Puedo asegurar que te gustará descubrir que después de tanto mis pies se acoplarán mejor al ritmo insaciable de tu paso. Unos pasos hacia atrás como mera cortesía como ese regalo que entre copas quedó pendiente y como fiel promesa de regresar a nuestro último pasaje, solos, sin miedo a la nueva rutina.