Hoy ha llegado el día de enterrar a todos tus muertos (Toma una silla) Las ventanas se rajan ante nuestra presencia ya siento en la lengua Amiga Mía el sabor de las naranjas antiguas y me sorprendo al encontrarme una vez más tiritando del cítrico (Definitivamente no he aprendido nada) Hasta la alfombra trepa las paredes en el haz de la sorpresa que hoy sellamos porque nadie necesita entre las manos una peor bienvenida de vuelta y aun así el decorado arremolina monstruos rosados y verdes para no dejar que nos posemos sobre ellos sin concedernos el lenguetazo de un castigo merecido Toda nuestra casa se enciende con el blanco ascéptico de un mausoleo apenas la tomamos por asalto se vuelve góndola y te pregunto en la puerta si estás segura no me contestas solo me guías mientras me sigues deslumbrando con memorias al paso que saltean las más quietas beatrices (Habíamos sido tajantes en no volver a reunirnos jamás y aquí estamos nuevamente: pelando la fruta en espirales por la barca rumbo al centro de nuestra Tierra huyendo del espejo a doble cuerpo al oeste de la cama donde el teléfono jugaba a retratarnos la desnudez y el labio con su temblor de rama ligera pero ahora no tenemos las miradas campantes ni el tiempo ya nos sobra ni nos espera el aro fulminante de la calle una vez que abandonemos este cuarto) La canción de la lúcuma en los brazos te ha vuelto insomne de tanto sí bemol destemplado en la garganta pulpa arenosa y a pesar de eso Niña Mía adoraré por siempre todos tus tararareos así vengan de la flauta el violín o el lamento de una boca cerrada Hoy llevas los senos cubiertos de gajos has querido mostrarte vanidosa y hasta llevas los ojos pintados de tonos nuevos como si variaciones tan pequeñas pudieran generar en mí nuevos apegos o rechazos (Es sin reproche alguno que llegó el día justo a saludarnos con pañuelo bordado y llegó así la hora de coger esta pala a cuatro manos sudarla juntos con la baba del lobo esconder las vísceras y si el cansancio nos tumba barrerlas bajo la alfombra) Personas como nosotros llevamos montadas en los hombros nuestras culpas como caballos y duele pues los flashbacks son espuelas que nos azuzan el paso y hacen bailar nuestros pies sobre carbones ardiendo Se han ensañado las incipientes sombras de los autos que golpean la cortina La mordida del tiempo en su jaula nos hace girar en una rueda y no existe cinturón que nos proteja del zarandeo del trastabillar a ojos cerrados por no querer cortar el sueño de estos servicios fúnebres Entre la almohada y el jugo de fresa con leche recordamos con el cuerpo el deseo que no tiene horarios ni nombres pero es un músculo que aprende y repite por inercia las tensiones los temblores la dureza los sabores las contracciones y los azotes que con el hueso impulsan a borrar la inteligencia masajeando cauterizando los cortes Enterramos los muertos y a la luz de las siete el reencuentro termina y te irás ignorando quién eres cubierta de ceniza y volveré a las pistas con un nudo en la garganta Pero el cadáver lo olvidamos adrede al pie de algún arbusto para tener pretexto de alguna próxima sesión de pala y músculo a ver si ahonda en la presión de los portales a nuestro infierno alguna marcha alegre para venir de nuevo a reencontrarnos.
Carlos Cavero