Te echo de menos, y es que, no puedo usar otra frase que me retumbe en el corazón más que esa.
Es simple.
Te echo de menos y solo le encuentro una solución al problema: estando contigo.
Te lloro en silencio, ya no rompo a llorar de manera estruendosa en la calle o cuando voy saliendo del cine, sino que ahora lo hago en penumbras, todos los días una lágrima recorre mi mejilla en la parte trasera del coche.
Te grito en silencio, también.
Le grito al viento tu nombre por si un día se te da por regresar, por si un día llegas a preguntarte:
¿Por qué no volvemos?
Te echo de menos. A cada instante.
Porque no se pueden echar recuerdos tan grandes a una cajita para ser olvidados más tarde, por lo menos no estos recuerdos.
No tú.
¿Por qué te perdí?
¿Por qué dejamos todo a la desidia?
¿Por qué borro tu número de teléfono una y otra vez si me lo sé de memoria?
¿Por qué quemé esa fotografía? Si cada detalle de ella, cada sonrisa, cada pixel lo tengo bien grabado y pienso en ella todas las noches con este maldito insomnio que me cargo por no tenerte.
¿Por qué no te escribo?
¿Por qué no te llamo?
Si tenemos mil razones para hacerlo, te lo juro, las apunté en un lugar que ahora no puedo recordar, y busco señales para mandarte un mensaje, para escribirte que no vivo un día sin pensar en tu risa, sin pensar que nadie podrá llenar todo este vacío que me dejas, para decirte que te echo de menos y cuando lo hago tú solo contestas: ojalá yo no lo hiciera.
¿Qué se supone que debo contestar a eso?
¿Por qué no me escribes?
¿Por qué no me llamas?
¿Por qué entro a nuestra conversación para ver si tienes algún nuevo prospecto?
¿Por qué reviso cuando estás en línea solo para abrir un poco más la herida?
¿Por qué no todos son como tú?
Me has enterrado en algún lugar con flores para no invadir de nuevo tu vida.
¿Por qué termino llorando cuando paso por tu casa esperando verte?
¿Por qué existimos?
¿Por qué ya no somos?
¿Por qué no seremos?
¿Por qué existe la maldita tecla “borrar”?
¿Por qué fuimos simples espectadores cuando nuestro amor se extinguía?
¿Por qué no estamos dispuestos a intentarlo?
¿Por qué hemos suturado la despedida?
¿Por qué no comenzar con un dulce hola?
¿Por qué?
Te echo de menos.