Conozco el mar que se crea en tu cuerpo al compás de tus estrías,
navego en él cuando mi boca está sedienta de tu zumo.
Conozco las manchas en tu cuerpo, esas que solo tú y Dios conocen,
fueron palpadas por mi sexo y mi sendero.
Sé que calzas del diez y medio
y conozco cada una de tus once uñas.
Conozco el torrente sanguíneo que navega hirviendo
a través de tus venas, cuando no me tienes cerca,
cuando no estoy bajo tu sombra.
Conozco el abismo infernal
que habita en tu cabeza,
cada que me voy sin despedirme,
cada que llamas y no contesto,
cada que estoy ausente.
Conozco tus heridas,
que burlonas silban cada vez que ríes
y se regocijan cada vez que lloras.
Conozco tu aroma detrás de la almohada
y tu palpitar al filo del cuchillo.
Conozco el gesto que haces después de oír lo que no te gusta.
Conozco los tatuajes en tu cuello hechos por mi boca.
Conozco al llanto a través de tus pupilas
y a la luna a la par de tus mejillas.
Conozco el tibio candor con el que cantas al servir la casa.
Conozco el vestido de tu piel, extirpándote las ganas y el deseo.
Conozco la llovizna que azota los tímpanos de mi oído,
acompañada del reclamo.
Te conozco tanto,
que hay días,
que casi me desconozco.
Juan Antonio Jiménez