Y me quedo aquí, inerte y en silencio, acumulando fuerza para mi ocaso.
Me siento, inevitablemente, apuñalado ante la dócil ternura de mis pensamientos.
Sentado en el césped contemplo el frío azul de la lluvia y la gris delicadeza de mi caos.
Tergiversando las palabras, oculto entre mis poemas, está aquello que no digo.
¡Vamos! ¿A caso no soy un pesimista? ¿A caso nos soy aquel que vive para morir?
El mayor sinsentido, el mayor ingenuo de lo absurdo y lo trivial.
Sigue, que falta mucho para llegar al fondo.