Voy recogiendo los pequeños pedazos de ti, todo lo que fuiste dejando por tu paso en mi vida, a todo aquello que pusiste de cabeza con tu llegada. Me acurruco y observo, pienso en tu pecho blanco moviéndose de una forma anormal y me siento vacía, hueca, que estoy parada en un abismo sin derecha, ni izquierda, arriba o abajo. Solo estoy ahí, en la nada. Sin ti. No tengo la menor idea de a donde ir, busco tu ronroneo por la casa y no te encuentro, tu sombra fugaz y no te veo, tu pelo negro y no te alcanzo, tu mirada feroz y no te hallo. No estás en ningún lado donde pueda tocarte y decirte que tienes que estar bien, que tienes que regresar a mí porque la garganta se me seca y los ojos se me empañan, que sin ti toda esta mierda de mundo no me vale nada, no me importa ni un carajo si tú no te salvas. No puedo decir otra cosa que no sea tu nombre en la oscuridad para ver si me traes algo de luz, algo de llanto, algo tuyo, lo que sea. Daría cada uno de mis suspiros para tenerte junto a mí, para no verte sufrir, para intentarnos miles de veces, para decirte que tú y yo pertenecemos juntas, tu greca en mi mano, tu lunar en mi frente, tu serenidad en mi caos, tu silencio en mi disturbio, tu plenitud en mi cama, nuestros juegos monótonos de todas las horas para terminar exhaustas la una de la otra. No me dejes con todo esto que me parece innecesario, que me pesa como una losa de mármol, con tus cajas vacías, con la gotera del baño, con mi cama deshecha, con los dedos llanos, con la necesidad de ti en mi corazón. Revuélveme la vida como solo tú sabes hacerlo, corre conmigo persiguiéndote por la habitación, brinca hacía mí con todo tu esplendor, dime en tu lenguaje que me quieres, abrázame con tus garras, devuélveme las ganas de levantarme todos los días, pero lo más importante, mi amor, regresa a mí en cada una de tus siete vidas, siempre vuelve a mí. Paulina Mora
