Sexta Fórmula

Sibila délfica | Carlos Cavero

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(En voz baja
te llamaré siempre,
mi pequeña curadora de lienzos).

Me jalas de los brazos y no entiendo
cómo puedes con mi peso;
hoy disfrutas mi expresión de asombro,
no permites preguntas
ni respuestas,
solo golpeas y golpeas.

Hoy sé que en realidad vas a sanarme.

Arrodillada auscultas
las pendientes que he escondido
bajo hojas de filodendros;
combustionando a salvo de tu vista
las barrí con el espanto de que alguna
te tragase los pasos.

Es la primera vez que irrumpes en mi casa
con esta carcajada tragándotelo todo,
tan segura de tu cuerpo;
has venido hoy armada y en el pecho quemas lumbre;
eres otra
y bajo la cintura
la forma en que hoy caminas
me recuerda el quebrar de las figuras
heroicas de los libros:
los caballos,
la avalancha,
las aureolas boreales...

Hoy he aprendido que el amor y sus rezagos
pueden tomar a un muerto de los cabellos
y hacer que cante.

Tengo mucha,
mucha vergüenza
de estos precipicios
que solo se llevan a los ciegos,
los tristes y los necios,
sobre todo cuando lloran
en silencio y a ojos secos.

Te pido que no mires y golpeas y golpeas,
de verdad quieres llevarme entre tus brazos
al borde de cada risco,
entre tus senos,
cuidando mi cabeza
con la rabia en la cereza de tus labios que se muerden.
Blindada entera por la cólera,
me muestras la fuerza de tus caderas,
me muestras los dientes,
me muestras que no existe
peligro alguno de rodar hacia la guerra,
allá abajo donde ejércitos de plomo se derriten
sin escudos.
Te pregunto
si no sería más fácil empujarme,
pero tú solo me absorbes y me estrujas;
se contrae tu rostro con el ímpetu,
me pides que te embista con todas mis fuerzas
(me pides también que llore,
pero yo no recuerdo cómo).

Hoy es martes y a las dos de la tarde
eres hermosa dormida,
eres sibila,
délfica;
ya no estoy vacío,
hoy he sentido que tú fuiste
la que ha entrado en mi cuerpo.

Carlos Cavero

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