Comienza mi reconstrucción.
Levanté paredes que creía que jamás podrían soldarse de nuevo, esta vez como murallas para aquellos ataques invasores al corazón.
Divisé grietas que no solo necesitaban de un parche por el momento, sino que los arquitectos de mi propia vida comenzaran a ilustrar planos para hacer más segura mi respiración.
Me susurro todas las noches que no hay mujer más hermosa que la que observo en el espejo todos los días mientras me aplico mi labial rojo, ese que resalta mi sonrisa y provoca seguridad.
Me digo que no estar contigo no es el fin del mundo, que ha dolido —y bastante—, pero ha dejado de rasgar mientras veo una película de amor, me repito que algún día llegará alguien que merezca mi cariño.
Me abrazo en las mañanas nubladas, y me quiero, me mimo, me acaricio, me amo.
Y eso es algo que no podrás quitarme jamás: el amor que he reconstruido de tus cenizas, ahora es más fuerte que cualquier barricada de ladrillos.
Así que me preparo para la revolución.
Paulina Mora