El jueves 13 de julio se estrenó el primer episodio de «Cuando la palabra es verso», un pódcast dedicado a la poesía vista desde la perspectiva de Diana Glez y Domingo Hernández, quienes nos compartirán sus experiencias y reflexiones como poetas que son.
El episodio está disponible en Spotify.
Puedes escucharlo directamente aquí:
Sobre la poesía y por qué tenemos la necesidad de escribirla
Textos introductorios
Diana Glez:
Para responder esta pregunta tuve que retroceder al pasado, recordar cuál fue el primer poema registrado en la historia: «Poema de Gilgamesh», de autoría anónima y creado en Sumeria hacia el tercer milenio a. C. ¿Qué nos dice ese poema? Trata de cuestiones tan propias de la tierra como el hombre y la naturaleza, el amor y la aventura, la amistad y la lucha, magistralmente enlazadas sobre el fondo de la cruda realidad de la muerte. Más que cuestionar de manera histórica y metódica, es imprescindible adentrarnos en aquello que según algunos no podemos palpar: el alma. La poesía nos hizo nombrarla, acariciarla a versos, pero no sólo a ella, sino también a cualquier sentimiento, a los paisajes, a las injusticias, incluso al silencio para nombrar aquello que no nos atrevemos a decir en una conversación cualquiera. Puso en nuestros ojos las imágenes para darle ritmo y musicalidad a la palabra (como si la música misma no fuera suficiente), extrayendo de nuestras manos el tacto para tocar todos los sitios que visitamos, algunos como poetas que han visto perder las comillas a los poemas, y algunos adoptando los versos de otros como parte de sus vivencias, como un elixir para sus heridas. La poesía es aquello que nos une en soledad y, como todas las artes, nos hace sentir más comprendidos, un lugar donde nuestras carencias y abundancias encuentran su sitio: el poema.
Escribimos poesía porque lo importante no es lo que se vive, sino la experiencia e interpretación subjetiva de lo vivido. Porque no es suficiente describir la flor, el atardecer, los ojos de quien tanto amas, sino sentirlo. Ya sé que la flor es roja, que el atardecer llega a cierta a hora, que unos ojos pueden ser marrones o azules, pero ¿qué es lo que nos hace amar una mirada?
La poesía tiene tantos cuestionamientos como respuestas, es libre como la hoja cayendo del árbol, es subjetiva como la pérdida y deforme como una nube solitaria. Pero ¿por qué yo, Diana, escribo poesía?
Porque en cada poema mi vulnerabilidad me acerca al mundo y, a la par, me acerca a mí misma, a mi materia, a mis fallos, a las tristezas que me visitan y luego me abandonan comprendidas cuando se hacen verso. La poesía es mi guarida, es el techo de mi propia casa, donde puedo sentarme a observar todos mis paisajes, incluso en las ocasiones donde la vida se presenta grisácea, llueve y me quedo allí, esperando mi tormenta y, si eso no basta, me pongo a llorar, entonces escribo y la dificultad de mis pesares se hace tan enjuta, pero tan enjuta que se vuelve un hilo, el cual tiro de mis entrañas para conocerme más. El poema es un espejo, pero también es el atardecer compartido, el beso que ralentiza el tiempo, el suspiro después de darlo, la compañía, el abandono.
¿Ya he explicado que la poesía está en la infinidad de todas las cosas y al mismo tiempo sólo en la realidad de quien observa? La he mencionado quince veces y, subjetivamente, está en todo el texto. Bien lo decía Gustavo Adolfo Becker «Poesía eres tú»; bien lo contradecía Gabriela Fuertes: «No era verdad que poesía eres tú. Poesía, poesía soy yo». Ahora te pregunto: Entonces para ti, ¿qué es la poesía?
Domingo Hernández:
Como sabemos, la poesía, al igual todas las formas de expresión literaria, usa como materia prima las palabras. La palabra es para el poeta lo que para el orfebre son los metales y piedras preciosas. Y aquí surge la primera gran pregunta acerca de este hecho: ¿es realmente la palabra la materia prima fundamental para la poesía? Desde mi punto de vista no es así. En todo caso, es así para el poema, no para la poesía. Se hace necesario entonces diferenciar lo que llamamos poesía de lo que es el poema. El poema es la forma escrita y «tangible» que tiene la poesía de expresarse como obra, una constancia, una fe de vida. En cambio, la poesía está ocurriendo constantemente en todos los lugares en todo momento. Cualquier hecho puede ser considerado, visto desde la perspectiva adecuada, un hecho poético: una despedida en el andén de un tren, una anciana que cruza una calle, un niño que aguarda a su madre sentado en una escalera del colegio, una casa abandonada, un árbol que retoña después de un incendio, una piedra lanzada a un lago en calma, incluso la muerte como parte intrínseca de la vida o una enfermedad terminal son hechos poéticos. Es aquí cuando el poeta juega un rol fundamental para convertir cada hecho poético en una forma de expresión y dejar constancia de la ocurrencia de la poesía. Así ese hecho puede ser también vivido y revivido por sus semejantes agregando sus propias interpretaciones. Podríamos decir que todos en todo momento estamos haciendo poesía a través de los hechos de nuestra vida. Y que el poeta es un ser ávido por llevar a sus semejantes todo aquello que es capaz de captar y experimentar como un hecho poético.
Volvamos a la pregunta planteada inicialmente: ¿cuál es la materia prima de la poesía? Hecho el razonamiento anterior, tendríamos que concluir que la materia prima de la poesía es la vida. Vida que se nutre de sentimientos y emociones que a la vez la retroalimentan para seguir produciendo hechos poéticos. Este es el círculo infinito de la poesía. Pero, y nunca falta un pero —y que nunca falte—, para tener la poesía expresada de manera tangible, como comenté antes, es necesario el intermediario, ese que transforma el hecho poético vivido, visto o imaginado en poema. Y aquí tenemos otra de las grandes preguntas que se pueden plantear sobre el tema: ¿quién es el poeta y por qué le surge la necesidad de escribir poesía? Desde mi punto de vista el poeta es alguien que pone la mirada —parafraseando a Julio Cortázar— en lo que se encuentra en el reverso de las cosas. Así, la escena del niño esperando en una escalera por su madre, o la despedida en un andén, no sólo son esos hechos literales y objetivos, sino que hay detrás de ellos una serie de causalidades, emociones, posibles pasados, posibles futuros, paralelismos, contraposiciones, y se podría continuar hasta el infinito, que hacen a ese hecho, algo más que un simple hecho: lo hacen un hecho poético. Podríamos decir que el poeta es una especie de traductor entre la vida y la forma tangible de la poesía: el poema. Así, hecho poético, poeta y poema forman los elementos que hacen posible la existencia de la poesía como expresión artística y literaria. Dependiendo de quién sea el poeta y cuál su experiencia de vida, el poema puede cambiar considerablemente. Así, para un mismo hecho poético, podemos tener infinitos poemas posibles. Tanto es así, que un mismo poeta, pasado unos años, escribirá un poema diferente sobre el mismo hecho poético. Y esto es lo que podríamos llamar el multiverso de la poesía.
Con todo esto, lo que busco es mostrar que todos somos capaces de percibir la poesía. Ser parte de ella. En definitiva, como humanos, tenemos la necesidad de escribir poesía porque estamos hechos de ella.