Mayo me sabe frío, a invierno recién sacado del congelador, a la piel erizada y herida por esas brizas que te atraviesan el cuerpo, queriendo o sin querer; sabe a no poder dejar el abrigo o pensar en él, y tiene el gusto de los últimos besos desganados, que ojalá nunca hayas dado, sabor al amante que se va, y dice adiós fuera de tiempo.
No les escribo a los meses tantas veces, porque algunos tienen alas, y salen volando de mi memoria, pero el almanaque esta vez es un reloj a un ritmo consciente, y puedo ver las últimas hojas caer antes de que mayo me diga adiós para siempre, o quizás hasta el próximo año, si aún es el mismo entre tantos cambios.
Tomo el último sorbo de café que de tanto pensar ya está helado, y el mes tiene justo el sabor a las cosas más hermosas del mundo, cuando las olvidas, y tiene un gusto a nostalgia agria, a desolación pasajera, a polvo de estrellas… si es que tengo idea de qué pueda significar hacerlas polvo para poder verlas… es que mayo sabe a tanto, que no tiene sabor a nada, y entre las vueltas infinitas de los insomnios en mi cama, mayo sabe más a mí que al mes de la nostalgia.
Sobre la autora

Soy de Argentina. Para ser más precisa, de una pequeña ciudad dentro de Córdoba. Futura estudiante de letras modernas, si todo sale bien. ¿Que por qué escribo? Simplemente para ser. Las letras son mi cable a tierra, no sería yo sin ellas, pero sé que, aunque no las expresara, ellas siempre serían parte de mí. Escribo porque no puedo gritar todo lo que se me pasa por la cabeza, y estos escritos un poco desastrosos, son mi granito de arena para con el mundo, si puede llegar a leerme.