Ojalá nunca ames a nadie de este modo y no me pienses siquiera un simple instante. Ojalá nunca leas las palabras embriagadas de pena que te escribo. Ojalá jamás te sientas desdichado, como yo me siento en estas horas, ni tengas una estaca sobre el pecho desangrándote en recuerdos las mañanas. Ojalá nunca derrames ni una lágrima por los futuros que soñaste de mi mano, y no tengas que fingir ante la gente que no me extrañas cada noche al acostarte. Ojalá no te sientas responsable de que yo me haya ido para siempre, y no cargues en tu alma con la culpa de haber roto el nosotros que no fuimos. Ojalá que en tus olvidos no haya historia, ni pasado ni presente ni horizonte. Ojalá me hayas borrado simplemente como se borra la tiza en las pizarras. Ojalá yo no haya sido sino un punto, un tropiezo, un trámite, un recodo, un paisaje que no marca, una experiencia que es carne de cañón de lo invisible. Ojalá yo haya pasado por tu vida sin ser más que la brisa que te toca, o el charco que te encuentras en la calle y sorteas sin volver a recordarlo. Ojalá sea ese rostro indefinido, esa conversación intrascendente, esa canción que nunca percibiste, o ese anuncio del YouTube que has ignorado. Ojalá nunca te mires al espejo, me recuerdes y sientas que has perdido, porque si sientes todo esto, y no me escribes, habrás sido el más necio de los hombres.
Mara Gonmarri