Morí quemada por la belleza, lentamente hasta acomodarme por fin bajo la tierra sintiendo la palpitación de mi vecino y el soplo de sus abejas su honor estremecido reduciéndose a cenizas: era la verdad. Dialogamos de polvo a polvo cercanos residuos puñados constantes dolores movibles como el rocío. «Yo fui consumida por la belleza» —dije—. Y él contestó: —«Soy una víctima de la verdad». Como amigos encontrados después de un largo extravío en el tiempo como tratando de intercambiar sus aventuras distancias y alegrías seguimos conversando sin prisa hasta que el musgo nos selló la boca y en vez de nuestros sumergidos nombres los himnos de cada uno se fueron derramando sin prisa, libremente, por la hierba.
Sobre la autora
Emily Elizabeth Dickinson fue una poeta estadounidense, su poesía apasionada le ha colocado en el reducido panteón de poetas fundamentales estadounidenses junto a Edgar Allan Poe, Ralph Waldo Emerson y Walt Whitman.