Casi es verano. Digo casi porque sin ti todo es incompleto. También fue casi primavera; sin embargo, creo que cuando llegue el invierno se multiplicará por dos: el que será y el que tú has dejado. Hará un frío de cojones, estoy seguro. Desde hace unos días, cuando despierto y no estás al otro lado, tengo la sensación de haber estado toda la noche soñando con otra. Una mezcla entre la culpabilidad y el vacío se apoderan de mi pecho y me escucho latir tan desafinado, que temo seriamente morir en un acorde. Quien te ha visto bailar, sabe que es posible morir de música.
He estado yendo a los lugares donde ser feliz era sencillo; sin embargo, ni siquiera me he acercado un poco a esa sensación de que el mundo está girando a la misma velocidad a la que yo camino. Supongo que el verdadero secreto de la felicidad está en no cuestionarla, en no tener la necesidad de hacerse ninguna pregunta, porque es en las respuestas donde se hallan todas las tristezas.
Mi padre decía: cuando creas que tu vida es una mierda, basta con que veas los diez minutos primeros de cualquier telediario y tu infierno te resultará un hotel de cinco estrellas.
Jamás he cuestionado esa teoría; sin embargo, pienso que lo verdaderamente jodido no es el infierno en sí, sino el tamaño de los demonios que lo habitan.
Y ella todavía aquí en el mío, continúa siendo enorme.