Antes de cierta persona estuvo Paula. Paula, la mujer eclipse. La llamaba así por su culo. No había ni luna, ni sol, si estaba delante. Ni estrellas, ni nubes, ni vida inteligente a cien metros de distancia de sus prominentes nalgas. Paula me mostró que las matemáticas no eran tan exactas. Que si sumabas su edad y la mía, siempre daba quince. Con ella siempre fui un niño, un niño de sueños intactos y hambre confusa. Que como no podía comerme el mundo le comía el coño y, sinceramente, tampoco había tanta diferencia.
Paula se acercó una noche y se quedó diez meses. Me dijo que ni siquiera le gustaba, simplemente me vio una persona tan triste que supo que era sencillo hacerme feliz. Y cuando una persona consigue la felicidad de otro, esta proyecta la suya.
—El amor es así —decía—. Amas lo que te hace bien a ti mismo. No lo llamaría egoísmo, pero casi. Hacer que sonrías es como conseguir acariciar un león sin que te muerda. Es sencillo domesticar a un perro. Todos esos —decía señalando a la multitud— dejan de ladrar en cuanto me contoneo un poco. Tú, en cambio, no alteras la mueca hasta que no te hago cosquillas en el alma. Te quiero porque quererme contigo es complicado, pero cuando lo consigo me quiero mucho. No es efímero. No dura un polvo, ni un beso. Tu sonrisa es un tatuaje que eriza la piel.
Pero la tinta duró hasta que halló a otro tipo triste. La realidad es que hay demasiada gente apenada en el mundo. Así que decidió dejarme y lo hizo más triste de lo que estaba a su llegada, pero ya no hallaba heroicidad en cambiarme el gesto. Ya era rutina. Supongo que había sonreído demasiadas veces seguidas con su culo cerca y se perdió la magia. La magia deja de ser un acto maravilloso cuando te sabes el truco.
Me he acordado de Paula y no de cierta persona, mientras Ariadna estaba en la cocina preparando la cena. No he sonreído por el triunfo. Sinceramente no estoy seguro de si me estoy curando o si estoy enfermo dos veces.
La luna sobre la terraza me recuerda que sin Paula no hay eclipse. Que sin cierta persona no hay dudas de quién brilla más. Ojalá Ariadna, cuando vuelva, no haya preparado postre. Lo único que tengo claro, es que tengo muchas ganas de volver a sonreír.