Continúo atravesado por la falta, lo sé, puedo sentirlo. Me lo dice tu rostro reflejado en el rostro de tantas chicas más. Me lo gritan las calles transitadas por tus sombras cosidas a los pies de tantas personas más.
Continúo atravesado por la falta, la falta que me hago yo mismo, la falta de mi propia sonrisa, la falta de las bromas con los amigos, mi sudor en las noches de invierno, el vaho que ya no revela los acertijos ocultos tras el espejo.
Continúo atravesado por la falta y eso duele. Me duele en los ojos, en el pecho, en los pies. Me duele en la despensa siempre vacía y la ropa sucia. Me duele en las horas de insomnio, la cuenta de Netflix y la puerta de casa siempre cerrada con cerrojo. Me duele en las tardes, en los días, en la lluvia fría. Me duele en la vida y me duele la vida.
Me duele la vida en los pasos que dejo perdidos sobre los adoquines rojos del estacionamiento del parque.
Me duele la vida en las cicatrices de esas niñas rotas que no logré reparar.
Me duele la existencia en las líneas de las manos con las que tropieza mi soledad, diluyéndose una noche sí y un mes no.
Me duele la vida.
Me duele la vida y me atraviesa la falta. Me duele el alma que se me añeja con cada Navidad y me atraviesa la lanza del pasado con recuerdos que creí olvidados.
Me duele la vida.
Me atraviesa la falta.
Me duele la falta y me atraviesa la vida. Me duelen los minutos que asesino entre las piernas de un capricho más y me atraviesan los renglones torcidos de las promesas que jamás cumplí.
Me duele la falta y me atraviesa la vida.
Me atraviesa la falta y me duele la vida.
Me vive la falta.
Me falta la vida.
Autor: Joel Estrada