La nostalgia mueve verdades que se sepultan a sí mismas bajo un árbol y para completar el estigma todas las cavidades de mi cuerpo parecen entonces invadidas por remanentes bárbaros El esgrima continúa mientras callan venerables corazones de zorro Hay que ser mudo y ciego cuando atacan estos zarpazos como frenos a la vida porque toleran la carne cuando es vulnerable y sin embargo gustan solo de bocas y ojos como adornos en la cara Así combatí a ratos la nostalgia extrayendo de mí mismo los deseos de expresarla eligiendo no ser nunca maestro de nadie hasta que la cadena de los años hizo valer mi derecho a recibir en la columna las lenguas de fuego con que besan las estudiantes el ardor alucinógeno que trae una cintura al derramarse sola sobre el resto de la carne y fui adoptando estas ofrendas bajo mis alas Hoy he abierto los párpados y aun despierto los sueños me rebalsan llenándome las venas en secreto pero no hay nadie a mi lado será porque en mi pecho no existen los hogares.
Carlos Cavero