Un caño me conecta con tu cuerpo,
mil pensamientos me toman de la mano mientras guardo el rubor de tus mejillas.
Un suspiro agranda mis pesares y los hace pequeños, como cuando un perro muerde bugambilias.
Un arroyo arroja a mis venas cauces de rubíes que navegan de un torrente sanguíneo a otro.
En mi constelado amor y en mi enigmático recuerdo, hay una bomba que azota el vértigo y la espera.
Es mi corazón,
que ansioso late,
cuando lee tu sonrisa.
Juan Antonio Jiménez