Mi método de trabajo está dividido por capas. Escribo como se hace una película, en tres fases. La primera es la preproducción, en la que creas un mapa de lo que harás, pero cuando te pones a hacerlo ya te das cuenta de que vas a cambiarlo todo. Luego viene el rodaje: recoger los elementos con los que se hará la película, pero todo es más complejo y hay más niveles de los que habías previsto. Entonces, a medida que escribes, ves capas y capas de profundidad, y empiezas a cambiar cosas. En esa fase es cuando empiezo a preguntarme: “¿y si cambiase los cables, o el lenguaje, o el estilo?”. Ahí creo la tramoya, que para el lector ha de ser invisible: el lector ha de leer como agua, le ha de parecer todo fácil… Pero para que sea así hay que trabajar mucho.
Carlos Ruiz Zafón
En vida, Carlos Ruiz Zafón escribió varias reflexiones en torno a la lectura y el mundo de los libros en general, además de otras temáticas que se abordan —a veces de manera directa y la mayoría de veces de manera sutil— en sus ocho novelas publicadas.
Pero también hay un tópico bastante manejado por el autor y gira en torno a la actividad literaria de un escritor. De hecho, en su libro «El Juego del Ángel», el protagonista es un escritor barcelonés. En palabras del mismo autor, «David Martín es una amalgama de muchos escritores, de los aspectos más turbios y oscuros de la vida literaria. Todos los escritores, en el fondo, tienen un poco o un mucho de David Martin».
Pero Martín no es el único personaje escritor con el que, a través de toda la saga, nos vamos a encontrar. A todos aquellos literatos Zafón les otorga algo especial que los hará únicos, pero también, por medio de todos ellos, reflexiona sobre lo que significa ser un escritor, contemplando las dificultades inherentes que conlleva, los esfuerzos y en muchos casos los sacrificios que debe hacer alguien que quiere dedicarse a escribir.
Todo esto me ha parecido una buena razón para recopilar algunas de las tantas reflexiones que hace al respecto a través de toda su obra y que ahora expongo en este artículo, guiado siempre de las numerosas entrevistas que ofreció en vida. Dos de los libros de la Saga serán los más citados aquí: El juego del Ángel y El Laberinto de los Espíritus, pero no revelaré nada esencial de las tramas, sino que me limitaré a abordar los temas que tienen que ver con la producción literaria.
1. Un escritor vive y muere para escribir

Un escritor nunca olvida la primera vez que acepta unas monedas o un elogio a cambio de una historia. Nunca olvida la primera vez que siente el dulce veneno de la vanidad en la sangre y cree que, si consigue que nadie descubra su falta de talento, el sueño de la literatura será capaz de poner techo sobre su cabeza, un plato caliente al final del día y lo que más anhela: su nombre impreso en un miserable pedazo de papel que seguramente vivirá más que él. Un escritor está condenado a recordar ese momento, porque para entonces ya está perdido y su alma tiene precio.
Carlos Ruiz Zafón, El Juego del Ángel (2008)
Esta es tal vez la idea más clara y certera de lo que significa ser escritor, entregarse a esta actividad. Y para hacer un poco de analogía entre el autor y su obra, cabe mencionar que cuando Carlos Ruiz Zafón comenzó a publicar tuvo que abandonar para siempre su trabajo como publicista en una importante empresa trasnacional para cumplir el sueño de ganarse la vida haciendo lo que él quería hacer, lo que nos demuestra que siempre va a haber tiempo para dedicarse a escribir, tanto de manera íntegra como de manera parcial. Un escritor está llamado a entregar su vida y alma a la literatura.
En una entrevista realizada por Radio Nederland, Carlos Ruiz Zafón respondió lo siguiente cuando le preguntaron acerca de sus primeras inclinaciones literarias:
«Yo siempre había sabido que quería ser escritor, desde que tenía cinco o seis años. Desde que tengo uso de memoria lo que hago es escribir historias, contarlas, y eso es lo que siempre he hecho».
Los escritores tienen la certeza de que necesitan expresarse a través de la palabra escrita, al menos los que quieren dedicarse a la literatura de por vida. Posiblemente no todos persigan un objetivo comercial ni mucho menos hayan sabido desde niños que querían ser escritores, pero ahí está ese fuego, esa seguridad de que cuando las puertas de la literatura se abren y se da el primer paso para enrumbarse en ella, luego ya no habrá ningún retorno posible.
2. Para ser escritor, primero hay que ser lector

Todo escritor es primero lector. Cuando se es un niño, uno comienza leyendo aquello que tiene a mano, que está en casa. Yo leía montones de libros, cómics, cualquier cosa que podía conseguir.
Carlos Ruiz Zafón en entrevista en la Biblioteca Nacional de España
He oído a más de uno decir: «Yo no leo a nadie para no tener su influencia», en un alarde de originalidad sin fundamento. Pero nos guste o no, todos estamos influenciados por algo, pues nuestra cultura, además de los libros que consumimos, se nutre también de la música que escuchamos, de las ideas, creencias, pensamientos, costumbres de nuestro entorno que inevitablemente influyen en nuestra manera de pensar y desde luego también en nuestra escritura.
La originalidad no es hacer algo que nadie haya hecho ya, ni mucho menos hacer lo mismo de modo diferente, sino dotar a la obra de un sello personal, de tal manera que nadie pueda imitarlo, así se convertirá en una luz que por mucha sombra que le quieran hacer no van a conseguir apagar su brillo. La literatura —y para ser realistas, esto ocurre en cualquier arte, oficio y profesión— se nutre de sí misma.
Así que no temamos ser influenciados —que no es lo mismo que imitar— por otros escritores. Hay que leer, leer muchísimo, y absorber lo que aprendemos de las técnicas, para luego escribir de la mejor manera y poder entregar algo bueno a los lectores.
3. Más que inspiración, es necesario pulir el oficio

La inspiración acude cuando se pegan los codos a la mesa, el culo a la silla y se empieza a sudar. Elige un tema, una idea, y exprímete el cerebro hasta que te duela. Eso se llama inspiración.
El Juego del Ángel, Carlos Ruiz Zafón (2008)
Esto es prácticamente un factor común de los escritores, tanto de los de poesía como de narrativa: tienen una musa, una fuente de inspiración que a veces aparece de imprevisto, enciende algún reóstato interno de la maquinaria literaria que permite mover los engranajes de la producción para expresar ideas, sentimientos y emociones en un papel en blanco.
El error consiste, según Carlos Ruiz Zafón, en esperar a que esa musa, esa inspiración, aparezca de pronto y nos salve del bloqueo creativo como si fuese un milagro, algo que no necesariamente es así. El oficio tiene que ser trabajado, replanteado, producido y sobre todo retroalimentado. Es importante la autoexigencia, el no escribir por escribir, sino el hacerlo bien, en dar lo mejor de uno mismo por respeto a la literatura y a los lectores.
Peor que no saber cómo trabajar una idea, es no encontrar una. Pero de hecho las ideas sobran, lo importante es explorar un poco más de lo que estamos acostumbrados y salir de lo cotidiano para adentrarnos en otros temas. Desde luego, esto requerirá en algunos casos cierta documentación, pero hasta que no demos el primer paso nunca vamos a saber hasta dónde podremos llegar.
«Lo que el novelista debe hacer es utilizar el gran libro de la vida, las experiencias que todos tenemos, los grandes temas clásicos de la humanidad, intentar extraer historias interesantes de ellos».
La idea es atreverse, experimentar. Si algo no funciona, se cambia el procedimiento o ya en último término, también el objetivo, pero se continúa aprendiendo. No hay pierde.
Algo que Zafón dijo con respecto a su saga y que tiene que ver con este tema, es lo siguiente: «Si yo hubiera esperado a que la inspiración acudiera a mí de pronto, no habría logrado nada de lo que he hecho».
Queda claro que para él la inspiración no es espontánea ni un hálito que llega por determinación divina. La inspiración es trabajo y el trabajo se sufre, requiere disciplina y determinación.
4. No cumplir expectativas más que las propias

Cualquier escritor aspira a que su trabajo, sea bien recibido y que los lectores lo disfruten, pero yo creo que el modo de asegurarse eso es no pensar en eso, porque de algún modo uno no estaría haciendo un trabajo honesto. Uno tiene que hacer lo que cree que tiene que hacer, intentar hacerlo lo mejor que sabe y esforzarse. Y luego tocar madera y confiar que realmente los lectores lo van a disfrutar.
Carlos Ruiz Zafón en entrevista por parte de LATE MOTIV
Esto tiene que ver mucho con las expectativas que supone publicar un nuevo libro luego de haber publicado varios éxitos. Mucho se le ha preguntado acerca de su intención a la hora de escribir, si lo hace con el objetivo de convertir su nuevo libro en best-seller o si no le pone especial atención a ese asunto. Y Zafón es tajante: él siempre ha escrito lo que quería escribir.
«Las dificultades que presenta la escritura de un libro siempre son las mismas, sea cual sea la aceptación de la gente».
De aquí se puede entender que, aunque existan expectativas alrededor, uno tiene que ser fiel a sus ideas, a sus anhelos y a los proyectos que tanta ilusión le provocan. El concretar una historia tiene que obedecer a las expectativas que se tienen sobre el trabajo propio, sin dejarse influenciar por lo que el resto espera y de ahí, al publicar, confiar en que el resultado sea bien recibido, pero que de ningún modo esto sea una motivación o un elemento determinante a la hora de emprender un proyecto literario.
Por otro lado, hay autores que han caído en esa trampa un tanto pretenciosa de querer cumplir con las expectativas ajenas y que, luego de haber logrado cierto renombre en el mercado literario, tienden a dejarse llevar por la corriente y comienzan a escribir aquello que el público espera, bien con fines comerciales o por alguna motivación egocéntrica.
Al respecto y, en opinión de Zafón, el éxito logrado no determina, o no debería determinar, las futuras producciones de un autor: «Yo creo que a veces la percepción del éxito no cambia tanto a quien lo experimenta, sino a cómo se le observa». Dicho de otro modo, el éxito puede cambiar la manera en que los demás miran al autor, pero no cambia al autor.
Siguiendo esta línea de razonamiento, dijo a RTVE en una entrevista: «Evidentemente me gustaría que todo lo que hiciera tuviera éxito, pero habrá cosas que lo tendrán y otras que no, pero no será ese el motor que me lleve a decidir un proyecto u otro porque, además, cuando uno intenta hacer eso siempre se equivoca. Es una ingenuidad. Creer que hago esto porque creo que va a funcionar y va a tener mucho éxito, eso es una tontería. Tú haces lo que crees que tienes que hacer…»
Esas declaraciones fueron en el contexto de que, como se sabe, él comenzó escribiendo novelas juveniles, hasta que, luego de publicar su cuarta novela, decidió que debía comenzar a hacer aquello que llevaba ambicionando durante años, lo cual implicaba cambiar de rubro y pasar a las novelas para adultos.
Como es natural, muchos comentarios saldrían al respecto, en especial de personas que piensan que porque un novelista publica, por ejemplo, libros de novela negra, no tiene por qué pasar a escribir libros de historia épica.
Dato curioso: cuando terminó con la saga de «El Cementerio de los Libros Olvidados», Zafón tenía la idea de escribir una novela que le permitiese explorar el ambiente y los escenarios estadounidenses, al estilo de una novela negra, dejando para siempre lo gótico. El cambio también iba a ser significativo, en especial para los lectores que durante años han acompañado las historias de Zafón en los escenarios góticos de Barcelona, pero si llegaba a hacerlo, tal como decidió escribir novelas para adultos, la decisión sólo le concernía a él, muy al margen de las opiniones de sus propios lectores. Y estoy seguro de que el éxito hubiera sido el mismo.
5. Acostumbrarse al desprecio injustificado

Si realmente quieres dedicarte a escribir, o al menos escribir para que otros te lean, vas a tener que acostumbrarte a que a veces te ignoren, te insulten, te desprecien y casi siempre te muestren indiferencia. Es una de las ventajas del oficio.
El Juego del Ángel, Carlos Ruiz Zafón (2008)
Pensando en la contraparte del éxito, aparece esta reflexión que gira en torno a ese odio casi irracional por parte de ciertos lectores o colegas mismos que no ven con buenos ojos cuando alguien comienza a triunfar o le va relativamente bien. Nace cierta envidia, cierta rencilla que se ve reflejada desde un cambio en el trato hasta el retiro de la palabra.
Eso le sucedió a David Martín, protagonista de El Juego del Ángel, pero puede sucederle a cualquiera.
La envidia es la religión de los mediocres.
El juego del Ángel, Carlos Ruiz Zafón (2008)
Pero no sólo eso, pues además ven con malos ojos esa búsqueda de soledad, el no querer pertenecer a un colectivo o cierto grupo de esnobs que prácticamente lo que hacen es halagarse entre ellos; es decir, a esa gente no le va a gustar que uno se dedique exclusivamente a la literatura y no a entrar en círculos alrededor de pantallas o eventos y se mantenga al margen de involucrarse en ellos.
Es verdad que forjarse un nombre en el medio abre posibilidades y esto es algo que muchos escritores buscan, el hacerse un lugar desde el cual poder conseguir el tan ansiado reconocimiento y convertirse en un referente. No hay problema con eso. Lo que pasa es que muchas personas, cegadas por sus prejuicios, no pueden aceptar que habrá autores que sólo quieren dedicarse a escribir y no a figurar, y tienden a tomarlos como petulantes o engreídos, siempre mirándolos desde lejos.
A esto se refiere Zafón cuando dijo en una entrevista ofrecida a El País: «No hay nada en ese mundo que pueda interesarme (…) Se participa en estas cosas por necesidad, no por gusto; los autores se involucran porque así sobreviven: un trabajito por aquí o por allí; todo lo que se dice en esos ámbitos es por intereses disfrazados de principios. He tenido la buena fortuna de poder pasar de lado de todo eso. El supuesto mundillo literario es 1% literario y 99% mundillo».
6. Encontrar una voz propia y explotarla al máximo

Imitar a otro autor es una muleta. Sirve para aprender y para encontrar un registro propio, pero es cosa de principiantes.
Carlos Ruiz Zafón, El Laberinto de los Espíritus, 2016
Cuando un escritor comienza a dar sus primeros pasos en la literatura, tiende a consumir primero lo que va a producir. Me explico: un poeta comienza leyendo poesía, lo mismo que un novelista, que comienza consumiendo novelas —esto muy al margen de la amplia retroalimentación literaria que, sin duda alguna, rompe el condicionamiento de que lo que yo acabo de decir se tenga que cumplir a rajatabla—, y es en esos primeros encuentros con el mundo de las palabras que nace en nosotros una aspiración de emular lo que nos causa admiración.
Para escribir es necesario encontrar una voz interior, una voz artística que defina nuestro estilo y nos permita explorar diversas posibilidades expresivas, otros matices con los que podamos, de algún modo, cincelar esa escultura de papel y tinta que sale de nuestra mente. Todo esto nos permitirá no caer en el error tan recurrente que a ojos de Zafón resulta un recurso de principiantes: imitar a otros escritores.
Podemos usar lo que nos enseñan en sus obras: la estructura de la narrativa, los elementos decorativos, los recursos literarios, pero no su estilo ni sus propias palabras, no al menos —y me refiero al estilo— de manera directa, porque la imitación sería más que evidente. Lo que sí podríamos hacer es absorber todo lo posible de lo que esos autores nos aportan para utilizarlo en forjar nuestra propia voz literaria, que finalmente definirá ese estilo que tanto buscamos para tenerlo como sello personal.
Esto me recuerda lo que don Basilio Moragas, subdirector del periódico donde trabajaba el protagonista de El Juego del Ángel, le dice a nuestro David Martín cuando le da la oportunidad de escribir un relato para el diario: «Tráigame una historia que no haya leído antes y, si ya la he leído, tráigamela tan bien escrita y contada que no me dé ni cuenta».
7. Para los grandes escritores, el tiempo corre a favor

Antes de escribir una sola página que mereciera el tiempo y la atención de un lector, tenía que escribir cientos o miles de páginas que nunca leería nadie.
Carlos Ruiz Zafón, en entrevista en la Biblioteca Nacional de España
Yo siempre he pensado que un escrito es como el vino: mientras más tiempo se añeje, mejor. Mi manera de verlo es que cuando uno escribe un texto no debe apresurarse a publicarlo, sino que debe dejar pasar uno o dos días, quizá una semana para volver a leerlo y corregir detalles, porque los ánimos cambian y desde luego que eso influye en la manera que se ven las cosas, mucho más en lo que se lee. A veces se absorbe mejor el ritmo de las palabras, se examina la cadencia desde otro ángulo y desde luego esto sirve para mejorar el texto. Ya cuando llega a gustarle a uno mismo y su propia exigencia esté de acuerdo, es cuando puede publicarlo.
Algo así pasa con la publicación de un libro. Zafón recuerda una experiencia que tuvo cuando escribió su primera novela y su ego propio del adolescente quinceañero le hizo creer que era el mejor libro del mundo, un pensamiento que le hizo enviar el manuscrito a varias editoriales, en una de las cuales se encontró con Paco Porrúa, quien lo terminó citando para hablar acerca de su obra. «Me dijo que no debería tener prisa, que lo que tenía que hacer era trabajar, aprender, desarrollar, eso que dicen “encontrar tu propia voz”. Un aspirante a escritor lo último que quiere escuchar es la verdad, sentido común o consejos bondadosos».
Así que lo que menos hay que tener es prisa. Esto no es lo mismo que tener desidia. Simplemente hay que centrarnos en que una obra (relato, poema o un libro) quede tal cual la hemos proyectado en nuestra mente, sin importar el tiempo que nos lleve. Ir a nuestro ritmo, con exigencia pero sin prisa, en ese equilibrio de fuerzas que sostiene todo trabajo bien hecho.
8. La escritura es un camino que hay que recorrer en solitario con la fuerza de la ambición
Escribir es un oficio que se aprende, pero que nadie puede enseñar. El día que entienda usted lo que eso significa será cuando empiece a ser escritor.
El laberinto de los Espíritus, Carlos Ruiz Zafón (2016)
Antes que nada, la escritura es una actividad de autoexploración, un pasatiempo en el que solemos explicarnos a nosotros mismos nuestras propias ideas, lo que pensamos acerca de nuestro entorno. Es en esencia un diálogo con nuestro interior y ese diálogo obviamente es íntimo. Esa intimidad es, o debería ser, infranqueable, y se prioriza la búsqueda del sosiego, del silencio, del aislamiento para que nada ose interrumpir esa conversación que mantenemos de puertas para adentro.
Hablando de la producción en sí, desde luego la soledad se busca por cuestiones prácticas: ayuda a la concentración, sobre todo.
Pero no hablo de la soledad únicamente en el sentido estricto de un aislamiento voluntario, sino también en un modo autodidacta. La exploración de la escritura, la búsqueda de una voz literaria, es un trabajo que le concierne únicamente al escritor. Desde luego, nunca estarán de más ciertas orientaciones, pero es nuestra esencia, esa que se pule con el tiempo y la práctica, la que finalmente determinará el estilo que tendrá nuestra escritura.
Pero es verdad también que dedicar mucho tiempo a pensar, replantearse las ideas y trabajar conceptos en el proceso de escritura puede conllevar a los famosos bloqueos creativos, que es cuando nos encontramos con la escasez de palabras para continuar desarrollando una idea. Ocurre tanto en la producción de una novela como de un poema, de un cuento o un relato corto. Eso sin duda trae consigo una desmotivación que baja la moral al punto de pensar que uno no está hecho para esto.
Por norma general, cuanto más talento se tiene, más duda uno de tenerlo. Y a la inversa.
Carlos Ruiz Zafón, El Juego del Ángel (2008)
Es ahí cuando nunca viene mal un respiro. Alejarse de las taras, despejar la mente para luego volver. El recurso predilecto de Carlos era la música. A solas escribía partituras y las interpretaba porque esto le ayudaba a resolver los escollos que su producción narrativa solía traer consigo. Algo similar podemos hacer nosotros: buscar una actividad recreativa que nos ayude a distraernos momentáneamente del trabajo para luego continuar.
«Escribir es esta lucha contra tus propias limitaciones. Hay procesos creativos en los cuales tú trabajas con un equipo, entonces lo que no soluciona uno, lo soluciona el otro. Cuando tú escribes, básicamente estás tú solo».
Y así como solo se empieza, solo se termina. El éxito final no es más que el fruto de la ambición que le hayamos puesto desde un inicio a nuestro trabajo. En otras palabras, para escribir hay que tener ganas de hacerlo. La fuerza de voluntad lo es todo.
El talento natural es como la fuerza de un atleta. Se puede nacer con más o menos facultades, pero nadie llega a ser un atleta sencillamente porque a nacido alto o fuerte o rápido. Lo que hace al atleta, o al artista, es el trabajo, el oficio y la técnica. (…) Toda obra de arte es agresiva. Y toda vida de artista es una pequeña o gran guerra, empezando con uno mismo y sus limitaciones. Para llegar a cualquier cosa que te propongas hace falta primero la ambición y luego el talento, el conocimiento y, finalmente, la oportunidad.
El Juego del Ángel, Carlos Ruiz Zafón (2008)
Se puede añadir en este apartado que la soledad en viene también en el sentido de que la materia prima para escribir hay que extraerla de uno mismo, utilizar los recuerdos, las experiencias, nuestros gustos, inclinaciones y más elementos culturales que hemos adquirido a lo largo de nuestra vida porque en ellos tenemos un bagaje de recursos que nos podrán ayudar en la creación literaria. Por ejemplo, el personaje de Julián Carax tiene una característica particular que es evidente que Zafón puso de sí mismo. En La Sombra del Viento, vemos lo que Nuria Monfort decía de él:
En una ocasión le pregunté en quién se inspiraba para crear sus personajes y me respondió que en nadie. Que todos sus personajes eran él mismo.
La Sombra del Viento, Carlos Ruiz Zafón (2001)
Digo que Zafón puso de sí mismo esa característica porque fue lo que declaró en varias entrevistas. En primer lugar, que Julián era una miniatura inspirada en él; en segundo, que los personajes que creaba ocupaban siempre una parte de sí, que a algunos los sentía más cercanos que otros pero que todos llevaban siempre su esencia, como cuando dijo que Alicia Gris era su lado femenino.
9. Hay una diferencia entre la actividad terapéutica y la profesión

Se escribe para uno mismo y se reescribe para los demás
El Laberinto de los Espíritus, Carlos Ruiz Zafón (2016)
Muchos tienen su primer encuentro con la escritura por una necesidad terapéutica, pues encuentran en ella un modo de canalizar las emociones que les embargan y se vierten a modo de catarsis en poemas, textos introspectivos e incluso relatos. Eso es innegable. Zafón no es ajeno a esta realidad. «Todo lo que escribo lo hago primero para mí mismo», dice.
Sin embargo, el mundo de la escritura profesional es ajeno a esa simpleza que los textos que uno escribe para sí mismo suelen tener. Lo profesional es eso: profesional. Y hay que ejercer técnica, disciplina y someternos a un ejercicio creativo constante para crear algo que sea digno de ser leído.
Zafón lo explica así:
Lo que ocurre es que, cuando uno decide hacer una profesión de ello [la escritura], esa parte que podría ser terapéutica o de exploración, es sólo una parte; luego, uno tiene otra responsabilidad, de merecer el tiempo de los demás.
Esto no es lo mismo que cumplir las expectativas del resto, por supuesto. Si uno ha de escribir de cierto tema, libertad hay, pero habrá de escribirlo bien si lo que busca es hacerse un lugar en el mundo de la buena literatura.
10. La atmósfera lo es todo

Si para ser escritor bastase con disponer de una historia que narrar todo el mundo sería novelista.
El Laberinto de los Espíritus, Carlos Ruiz Zafón (2016)
En campo narrativo y, específicamente en la novela, Carlos Ruiz Zafón resalta la importancia de crear una atmósfera adecuada para el buen desenvolvimiento de la trama.
Nadie mejor que él para explicar esto:
La creación del mundo en el que tú sitúas una historia, lo es todo. El significante está fundamentalmente condicionado por la forma y no por el fondo. Lo que cuenta no es lo que contamos, sino cómo lo contamos. La literatura, la narrativa, de lo que trata es cómo está elaborada, cómo está construida, cómo se trabaja el lenguaje, los recursos, el estilo, toda esta tramoya que sitúa y rodea la acción de la narración que estamos contando.
Esto puede ser bien aplicado también a la poesía. El fin de la poesía es la estética, la belleza del lenguaje, sí, y todo esto tiene que provocar una reacción emocional en el lector. Lograr eso requiere un buen manejo de palabras, el desenvolvimiento adecuado de aquellos versos escritos con dedicación y sobre todo una buena cadencia.
Zafón dice que lo mejor es envolver al lector de un modo sutil con lo que se escribe. Que si bien es verdad que hay complejidad en la escritura, esta complejidad no debe ser detectada por el lector, pues a él hay que hacerle disfrutar, que no cargue con el trabajo del autor: «el lector ha de leer como agua, le ha de parecer todo fácil… Pero para que sea así hay que trabajar mucho».
Conclusiones
La senda del escritor es solitaria y requiere de una determinación firme para atravesarla. Hay que leer bastante, hay que escribir de igual forma porque la escritura sólo mejora escribiendo y, sobre todo, hay que hacerlo bien. Por nosotros, por quienes nos leen, por todos aquellos que vamos a inspirar.
No es un camino fácil como muchos quieren pintarlo, sino que es un camino que conlleva exigencia, esfuerzo y sobre todo perseverancia y ambición. Desde luego, lo importante es tener paciencia y mejorar constantemente. Nada está lejos del alcance de quien se propone alcanzar metas y lucha por ellas.
Esta no ha sido una guía o una serie de consejos a seguir, al menos no escribí este artículo con esa intención. Cada escritor tiene su historia y la literatura sabrá ofrecerle a cada quien su propio bagaje de vivencias. Sí que espero que todas estas reflexiones puedan aportar en algo a los aspirantes a escritores.
Llevaba tiempo queriendo escribir algo así, era una deuda que tenía conmigo. Quizá he olvidado algunos otros detalles que los lectores más asiduos de Zafón noten que pasé por alto. Si es así, agradecería que me lo hicieran saber en un comentario.
Dejaré los enlaces a todas las páginas que he accedido para consultar la información que vierto en este artículo.
A quien se dio el tiempo: gracias por leer.
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