Creo que he soñado contigo, que en alguna parte te encontré y me querías. Esa fue la mejor parte: que me querías; lo bonito de soñar con alguien es que ese alguien siempre te quiere de la forma que quieres que te quiera. Lo peor, como siempre, fue despertarme. Te juro que en todo el día no he pensado en otra cosa. He rememorado tu sonrisa a dos centímetros de mi boca; tu cuerpo haciendo poesía bajo mis manos y nuestra vida escribiéndose juntas en un solo libro. No era verano, pero quemábamos, y el invierno se olvidó de nosotros aquella noche. Tras las ventanas sólo había personas tristes, gente a la que no teníamos que darle explicaciones de cómo un par de locos eran capaces de quererse tanto, contra viento y marea, pero sobre todo, contra una vida que ya no les prometía nada. No recuerdo en qué momento, pero abrí los ojos, y a mi lado sólo estaba la silueta que haría tu cuerpo si hubieses estado para evitar dejarme demasiado espacio. Últimamente vivo con el tatuaje de los besos y los abrazos que nunca me diste.
Del libro El rostro del invierno
Sobre el autor
Escritor peruano. Ha publicado Memorias Inmarcesibles y El rostro del invierno (Sexta Fórmula, 2020).