La forma en que ni siquiera dijo adiós lo gritó prácticamente todo.
Y es que, dicen muchas veces que no conoces a las personas por la forma en que llegan a tu vida, sino por la que se van.
Y eso me quedó bastante claro.
La cicatriz extrañaba ser herida, y el cielo añoraba ser lluvia, con todo y tempestades incluidas.
Intento mantenerme ocupada, me ofusco en el trabajo, leo a rabiar y te escribo, te escribo pero no lo envío, te escribo pero no te quiero de regreso, que te quede claro. Pero quizás algo estoy haciendo mal y debería permitirme sentir el dolor, extrañarte con los párpados cerrados, creerme síntoma y no aquejarte, vestirme de luto para enterrar recuerdos, vivir la pena a honor de tu nombre.
Lo peor de la mentira es que me sentó tan bien que la hice mía, se acomodó perfectamente entre mis piernas, me reclamó como quiso y como pudo, como la deje hacerlo, incluso comencé a decir te quieros sinceros, a diestra y siniestra en ese cuarto sin salida alguna. Todos los te quiero para ti. Sin embargo, no sé si arrepentirme por haberlo hecho, por permitirme querer en este momento de mi vida donde todo se ha vuelto un desastre sin cálculos irreparables, sin puentes reconocibles, sin vientos irrefutables.
Para decirte adiós de una manera apropiada debo prepararme mental y físicamente, tarea ardua para una sola noche. Mentalmente para no maldecirte por las mañanas donde tu llamada hace falta, donde tus palabras de aliento se colocaban poco a poco entre mis oídos, para ir borrando tu inicial de cada libro, para silenciar tu risa en mi corazón, para despojarme de lo cruenta que fue la soledad, para eliminar todo un vocabulario de mis dientes. Físicamente para regañarme cada vez que extrañe tu abrazo, cuando quiera tu beso a medianoche, medio día o a cualquier hora, para callarme las lágrimas mientras me baño y para tomarme del corazón para levantarme otra vez, sin ti.
Aparecerás,
regresarás,
dirás,
y mentirás de nuevo.
Una y otra vez sin tropiezo,
una y otra vez creyéndote invencible,
un casi Dios inexperto,
pero la tristeza me aqueja
y lo único que yo podría decirte
es adiós,
mi amor,
quiéreme tuya pero en otro lado
donde ni la poesía me alcance.