Me invento un fuego en mis manos para poder acariciar tu cuerpo. Y hacer con esas llamas versos sin fecha de remordimiento. Me invento olas en el pecho para poder acariciar tus cabellos negros, dormirte en la espuma, ser tu acompañante en los sueños. Me invento poesía en la boca para poder hacer con la tuya una tregua. Darte las vibras buenas de mi sangre a través de recitales de tus partes. Me invento un silencio con manos que pueda escalar por tus entrañas. Y se vuelva una promesa honda que vaya de norte a sur, como tú, viajera. Me reinvento para tenerme en tus viajes sin fecha previa, con los recuerdos en versos para caber en una de tus maletas.
Jesús Gómez