Florecí a los pies de una penca de corozo.
Florecí en los vestigios culturales de la cosecha del algodón y del ajonjolí.
Florecí besando el seno de mi madre.
Florecí pisando tierra húmeda y ásperas realidades.
Florecí oliendo el polen
y bebiendo el néctar de las buganvilias en el campo.
Florecí siendo un elefante de chocolate./ Florecí con una canasta de palma puesta en mi cabeza.
Florecí bebiendo agua de un río,
cuyos cauces eran más grandes que mis sueños.
Florecí de una costilla derecha.
Florecí en un castillo de colores
cuyos cimientos eran letras y libros.
Florecí con la rima y el verso tatuados en mis pestañas
y en cada coyuntura de mi cuerpo.
Florecí sin ejercer la ideología pluralista,
que ha defecado en cada moral del ser humano.
Florecí quemado por el sol,
nunca por la boca de la gente.
Florecí en un piso frío de café, canela y copal.
Florecí sembrando rosas de castilla en el jardín de mi abuela.
Florecí leyendo nubes y atrapando luceros.
Florecí navegando en un lago de ojos color azabache.
Florecí para ser libre.
Viví para la muerte.
Juan Antonio Jiménez