Extiendo los brazos entre la bruma,
recorro caminos de arena,
pero solo veo casas pintadas en Indolencia
y altas torres que guardan la ley del hielo.
¿Dónde estoy?
¿De dónde viene ese eco de agua triste?
La noche avanza sobre mí, me rodea.
Y reconozco aquellos espectros del mar próximo:
tu verdadera imagen, sin pudor ni disfraces;
las palabras del miedo,
la ternura ahogada,
la promesa muerta en la botella del náufrago.
La báscula pesa litros y litros de olvido,
tu ausencia vale su peso en frío.
Llevas en tus venas color agua
el rumor salado que abandona;
ola de hiel que desfallece
ante la ciudad en ruinas
de nuestro último encuentro.
Con resignación de isla
miro el horizonte dibujar nuestro retrato.
Escribo mis huellas en la arena;
durarán muy poco, lo sé,
nada más que un instante.
Pero yo creo
que es justamente en los instantes
donde el sentido de la experiencia reside.