A veces quiero decirte tantas cosas que se suicida el verso en las palabras y las legiones de ironías que me acosan se convierten en mi campo de batalla. A veces quiero ser tu compañera, el alma que respira en tu almohada, la mano que rodea tu escalera, pardela que destruya tu mirada. Trasciendes hasta el quicio de la puerta y miras mis estancias horadadas de caos absoluto en primavera. Tu sonrisa por el cielo se derrama. ¡Qué pena ser tan cuerdos y maduros! Si fuéramos idiotas e infantiles hubiéramos tirado los futuros y amado en la pasión de los mandriles. Después arrepentirse sería fácil: volver con la vergüenza entre las piernas, decir «lo siento, amor» con tono frágil y abrazar el redil de la inconsciencia.
Mara Gonmarri