Hoy he despertado con el corazón roto,
un poco más roto de lo normal,
y la ausencia me reclama como el agua salada que acaricia las rocas de la orilla del mar.
Contigo había dispuesto toda mi baraja,
te había mostrado las partes más oscuras y recónditas,
y mis alegrías más tontas,
y de todo eso, has decidido que nada vale la pena.
Que ya no te interesa compartir mi almohada en el frío
y que mi risa no llena tus huecos.
Te había entregado mi corazón,
un poco remendado, es cierto,
unos cuantos hilos por acá,
unos parches por allá,
pero eso sí,
ganas de quererte,
de sobra.
Y bueno, también has decidido que no lo quieres,
lo has estrujado, deshilachado y me lo has entregado en miles de pedazos,
y me has dicho: “Anda, ármalo otra vez, pero sin mí”.
Es el problema de no entregar el corazón muy seguido, ¿sabes?,
que nada es cierto,
nada es seguro,
y lo único que se espera es que te quieran de regreso de la misma forma.
Pero que, la historia de los cobardes se cuenta sola,
y es la única razón por la cual nunca sabemos de ellos,
porque nunca se atreven a nada,
se quedan con las palabras a punto de salir de la boca,
con las ganas de querer en perfectas condiciones,
de guardarse los sentimientos,
y de nunca ser valientes.
Que si te quieres ir, no hay problema,
las ventanas y las puertas están abiertas,
pero sobre aviso no hay truco, mi amor,
la única condición es no voltear atrás.
Paulina Mora