Yo la llamaba Crisálida y ella tarareaba con los labios cerrados siempre que estaba nerviosa Había abrazado la paz de su infancia -memorias caídas de su único árbol como misiles de secoya- para jamás soltarla de entre sus brazos y así entre canturreos su zona de comfort pálida giraba en la jaula del pecho era un gorrión de lumbre o una luciérnaga para todos quienes teníamos de alguna forma la paciencia se sentarnos a observarla Crisálida detuvo tempestades enteras con las palmas de sus manos era una niña fuerte como las cuerdas que se preparan en las cavernas para salir armados al patio de la horca Con ademanes de princesa combatía los embates del clima de la mente y de su exhausto compañero ¡Ah por la noche besaba con la humedad de los pantanos! Crisálida era un hada en el desgaste de los pasos hacia la propia muerte Jamás se fue del todo Dejó su vidrio frágil con la inscrición "Rómpeme en caso de que llore en do menor una esperanza" Yo dejé una llave en su escritorio Así aullamos a la luna cuando estamos enfermos y mantenemos ambos la conciencia saludable si es que después de despojados de recuerdos son la transparencia y el discurso sobrio privilegios aún alcanzables.
Carlos Cavero