Colmado de alucinaciones, aún sigo escuchándote y sintiendo tu cuerpo junto al mío.
Aún puedo escuchar tu respiración por las mañanas. Siento tu presencia en cada lugar al que voy.
¡Maldita sea! ¿Qué me hiciste?
No puedo dejar de pensarte, de escucharte y de sentirte, pero eso no es lo peor.
Lo que más me tortura es que mi existencia te es indiferente.
No hay nada peor que el olvido.
El infierno es una cálida pradera comparado con tu ausencia.
Preferiría que me odiaras, al menos así pensarías en mí.
Pero me conformaré con imaginarte frente a mí, con sentirte sin que estés, con amarte sin reparo.
Como dijo Gustavo Cerati: ¿Qué otra cosa puedo hacer?
¿Huir?