Quiero un día devolverme a ti,
sin pretender causar tropiezos,
sin querer buscar lo que está mejor perdido.
Podrían haber cientos de efectos
cómo colapsos casuales de nuestros párpados,
agua salada en las manos,
migas de palabras repetidas en el aire,
y estará bien ser solo una pequeña parte de nosotros.
Entre nuestras sombras
habrá una especie de pacto para no seguirnos
solo será ese momento,
audaz y poco complejo.
Será una perfecta sintonía desnuda
que existirá en nuestros ojos,
un acertijo a contratiempo en nuestra boca,
un animal ruidoso a mitad de nuestro pecho.
Me atreveré a tomar tu mano
para evadir un poco los complejos personales,
y así, entre las siete y diez de la noche
me soltarás en tus laberintos desérticos
donde cada camino ya está grabado en mis pies.
Quizás recordarás esos puntos cardinales míos
donde la mayor parte del tiempo hacías confesiones
burlas con ternura
y varias revoluciones armadas detrás de mi cabeza.
Puedo asegurar que te gustará descubrir
que después de tanto mis pies
se acoplarán mejor al ritmo insaciable de tu paso.
Unos pasos hacia atrás como mera cortesía
como ese regalo que entre copas quedó pendiente
y como fiel promesa de regresar a nuestro último pasaje,
solos, sin miedo a la nueva rutina.
Jesús Gómez
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